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En colorimetría, cualquiera de los tres colores espectrales que, combinados entre si en distintas proporciones, da lugar al resto de colores perceptibles.
La realidad, demostrada por los experimentos de Wright y Guild, es que no existen tres primarios reales que puedan dar lugar a todos los colores perceptibles por un observador medio. Por eso, al desarrollar el primer modelo matemático que describía colorimétricamente lo que se conoce como espacio de color —el espacio de color CIE XYZ, de 1931—, se usaron lo que se conocen como "primarios imaginarios", que permitían dicha creación pero que no se corresponden con colores espectrales reales.
Para desarrollarlos se usaron como base tres colores primarios espectrales con las longitudes de onda de 435,8 nm. (azul), 546,1 nm. (verde) y 700 nm. (rojo), que son tres primarios reales que, al combinarse, permiten una amplia creación de tonos perceptibles.
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En sentido más general y menos específico, un primario es uno de los tres colores básicos que, combinados en distintas cantidades, se usan para formar todos los demás tonos.
Conforme se siga un modelo de formación del color aditivo o sustractivo, se suelen usar tres primarios aditivos (rojo, verde y azul) o tres primarios sustractivos (Cian, Magenta y Amarillo).
Este conjunto de colores primarios opuestos se pueden distribuir a lo largo del espectro luminoso y, si éste se dibuja como si fuera un círculo cuyo comienzo y final se encuentra, se dibuja una rueda de colores en la que cada triada de primarios forma un triángulo, como se ve en la imagen superior.
Los colores que se forman de combinar dos primarios son colores secundarios. Por eso en la teoría de los colores, los colores primarios aditivos son los colores sustractivos secundarios y los colores primarios sustractivos son los secundarios aditivos (o sea: Que cada primario sustractivo tiene un oponente aditivo y viceversa).
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En la tradición pictórica, los colores primarios son azul, rojo y amarillo. Esto se debe a que son los tres colores que con los pigmentos y colorantes más tradicionales —anteriores al descubrimiento de colorantes como el magenta— permiten una amplia formación de tonos nuevos, aunque haya que combinarlos con blanco y negro.